viernes, 4 de febrero de 2011

JUAN JOSÉ SAER

Nació en Serodino, provincia de Santa Fe, y se dedicó a escribir desde muy joven. Con poco más de 20 años, ya había publicado su primer libro de cuentos, En la zona (1960). Se dedicó al periodismo en el diario El Litoral de la ciudad de Santa Fe, donde dirigió un suplemento literario. En 1968, viajó a Francia con una beca del gobierno de ese país. Desde entonces, vive allí. Actualmente es profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de Rennes.
En su producción alternan el cuento, la novela, la poesía (El arte de narrar, 1977) y se ha dedicado al ensayo (El río sin orillas, 1993, y El concepto de ficción, 1997). Entre sus libros de relatos figuran: Palo y hueso (1965), Unidad de lugar (1967), La mayor (1977). Sus novelas más difundidas son: El limonero real (1974); Nadie, nada, nunca (1980) y El entenado (1983).
Juan José Saer se considera a sí mismo como un narrador perteneciente a la generación de 1960, una década que en la Argentina fue particularmente prolífica en lo que se refiere a la literatura y al arte y en la que se discutió con vehemencia acerca de las relaciones de estas dos manifestaciones con la política. La obra de Saer, sin embargo, comenzó a consolidarse y a difundirse intensamente en la década de 1980.

LA ESCRITURA DE JUAN JOSÉ SAER

La generación a la que pertenece Saer se caracterizó, entre otras cosas, por una nueva toma de posición frente a la literatura argentina. En efecto, logró abordar la obra de ciertos escritores, como la de Jorge Luis Borges (1899-1986), sin los prejuicios de lectura que tenían respecto de él quienes lo consideraban un “escritor de derecha”, calificación que no establecía diferenciaciones entre sus posiciones ideológicas y su producción literaria. Haciendo caso omiso de esta evaluación sobre Borges, Saer lo reivindicó como escritor, aun cuando políticamente se encontraba en sus antípodas.
Esta generación, además, se destacó por el carácter cosmopolita de sus lecturas que iban más allá de lo que se producía en el país tanto en la ficción como en el ámbito teórico, multiplicidad que se reflejó en su producción.
“Mi objetivo — declara el propio Juan José Saer — es combinar el rigor formal de la narración moderna con la intensidad de la percepción poética del mundo”. Y si algo distingue a su prosa es, precisamente, el rigor formal, la insistencia sobre la forma, el trabajo minucioso de la lengua.
Toda la obra de Saer está recorrida por un afán experimental, un deseo de investigar qué se puede na-rrar de la realidad y de qué forma es posible hacerlo. De esta manera, la anécdota pasa a un segundo plano. Su preocupación por liberar a la literatura de lo meramente anecdótico para adentrarse en las posibilidades que brinda la forma acercan su escritura a la de un compositor de música.
“Personalmente — dice él mismo — escucho mucha música y, frecuentemente, su perfección formal despierta en mí nostalgia de un relato que sea forma pura, a lo cual tiende, sin duda, El limonero real que, hacia el final, busca desprenderse de los acontecimientos para desenvolverse poco a poco en forma pura”.

UNA ESCRITURA EXPERIMENTAL

Por su carácter experimental, no siempre resulta fácil penetrar en un texto de Saer. Oraciones largas, complejas, con un uso particular de los signos de puntuación impiden muchas veces acceder fácilmente a su lectura. Por este motivo, para adentrarse en sus textos, es preciso descubrir el juego que proponen. Una vez que se ha hecho este descubrimiento, la lectura se desliza más fácilmente. Y esta es otra de sus características distintivas: el carácter lúdico de su escritura, cuyas claves se van descubriendo poco a poco.
Además de su preocupación por la forma, por los procedimientos que son propios de la literatura, otra de las particularidades de la obra de Saer es su carácter abierto. Es decir, que una historia o un personaje puede pasar de un relato a otro, como si ninguna historia se cerrara jamás del todo. Se constituye así un universo saereano perfectamente reconocible, que excede los contornos de cada obra en partí culpar. El río, el pueblo, las reuniones de amigos, los personajes del lugar están siempre en sus relatos; sin embargo, el tratamiento que recibe ese material es totalmente ajeno al costumbrismo realista.

EXILIO Y LITERATURA

Antes de acercarse a la obra de Saer, es importante tener en cuenta que él escribe desde París, la ciu-dad que ha elegido para vivir durante su exilio y en la que continúa viviendo hasta la actualidad. En re-lación con ese tema, escribe en El concepto de ficción: “La tendencia a considerar nuestra experiencia individual y presente como única puede hacernos olvidar que, en la Argentina, el exilio de los hombres de letras, más que la resultante esporádica de un conflicto de personas aisladas con una circunstancia histórica, es casi una tradición. Toda la literatura argentina del siglo XIX ha sido escrita por exiliados. Los ejemplos clásicos de Sarmiento y Hernández van más allá de la caracterización biográfica para pasar a la categoría de modelos o arquetipos. Sus exilios individuales son más bien un síntoma de las constantes estructurales de nuestra sociedad que mostrarían que, en la Argentina, la situación del escritor, y en general del intelectual, es incierta y problemática”.

EL LIMONERO REAL

Novela sobre el ciclo y sobre la producción y relato de tema campesino, El limonero real se divide en nueve partes que van organizando, en forma recursiva y recurrente, una anécdota muy breve, cuyo desarrollo abarca exactamente un día, y cuyo episodio central lo constituye una fiesta de fin de año, a la que Wenceslao — el personaje central — asiste, mientras su mujer rechaza. Pero el desarrollo de este núcleo temático permite, a su vez, ir consignando una exposición que revela una evidente filiación con ciertas técnicas y procedimientos del Nouveau-Roman (la escuela objetivista francesa), y que en este caso abarca, sometiéndolas a una relación de coexistencia espacial, todas las fases que se suceden desde la génesis del relato, hasta la constitución material definitiva del texto como totalidad.
Esta obra se propone a la lectura como un texto sobre la eternidad y sobre el ciclo, o sobre el ciclo eterno. El texto se constituye en “un relato sobre el proceso de construcción de un relato”.
Pero además de su propia obra constructiva, El limonero real también narra una historia escritutaria personal, que abarca todos los textos que lo preceden. También narra desde la perspectiva que se centra en su relación con otros campos textuales. El limonero real es un texto en el que cada uno de estos mecanismos alcanza una suerte de tratamiento hiperbólico, el trabajo intertextual presenta una particular amplitud, que da cumplimiento a la tercera inscripción histórica que pone en escena la novela. Recrea una historia universal del relato, algunos de cuyos principales momentos son revisados en forma paródica, tal como ocurre en el caso de ciertas modalidades tradicionales, como el cuento de hadas o los relatos míticos que incluye la novela, y en el de algunos textos, ya sea clásicos como la Odisea, o de filiación bíblica como el Génesis, que sirve aquí de base a la reconstrucción de una historia de la división del trabajo — parodias ambas cuya presencia, además consigna los dos puntos de partida funda-mentales en la representación literaria de la realidad, dentro de la cultura occidental. El abundante ma-terial mítico que trabaja El limonero se proyecta así en un plano puramente formal, donde el concepto de “mythos”, asumido en su acepción originaria de “estructura narrativa”, redefine el objeto central sobre el que reflexiona la escritura.